Excomunión

¿Están los masones excomulgados por la Iglesia?

Hoy en día, pertenecer a la masonería no implica automáticamente una excomunión latae sententiae por parte de la Iglesia Católica, pero sigue siendo considerado un pecado grave. La postura de la Iglesia refleja su continua preocupación por lo que considera incompatibilidades entre la masonería y la fe católica, particularmente por el cuestionamiento histórico que los masones han hecho a que la Iglesia sea la poseedora de la única verdad y a la crítica al poder o influencia política de la fe católica pretendiendo imponer su cosmovisión al conjunto de la sociedad.

Para el católico practicante de a pie, estar en pecado grave le impide la recepción de la Comunión sin confesarse previamente. Pero esto no afecta solo a los masones ya que, salvo casos excepcionales de vidas santísimas, la inmensa mayoría de los católicos necesita confesarse antes de participar plenamente en los sacramentos.

La postura de la Iglesia Católica respecto a la masonería, incluida la pena de excomunión, ha evolucionado con el tiempo y por eso es importante aclarar algunos puntos clave sobre el estado actual:

De excomunión a pecado grave

En la bula In Eminenti de 1738, el Papa Clemente XII estableció la pena de excomunión para los católicos que se unieran a la masonería. Esta condena fue confirmada en decretos posteriores, y durante siglos, la pertenencia a la masonería implicaba la excomunión automática (latae sententiae), es decir, que ocurría sin necesidad de un pronunciamiento explícito.

Con la reforma del Código de Derecho Canónico en 1983, desapareció la mención explícita de la masonería en el texto. Sin embargo, la Iglesia mantuvo su postura crítica hacia ella. El canon 1374 establece que quienes se inscriben en asociaciones que «maquinen contra la Iglesia» pueden ser castigados con penas justas, pero no menciona específicamente la excomunión.

En 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la dirección del entonces Cardenal Joseph Ratzinger (posteriormente Benedicto XVI), emitió una declaración aclaratoria reafirmando que, a pesar de ya no nombrarla explícitamente en el Código de Derecho Canónico, la pertenencia a la masonería era incompatible con la fe católica. Señalaba que los católicos que se inscriban en logias masónicas están en estado de pecado grave y «no pueden acceder a la Sagrada Comunión». Sin embargo, no se mencionaba específicamente la excomunión automática.

¿El pecado grave implica excomunión?

No todos los pecados graves conllevan excomunión. La excomunión es una pena canónica específica aplicada a ciertos actos gravísimos que afectan directamente a la unidad y la fe de la Iglesia. Ejemplos comunes de actos que conllevan excomunión latae sententiae son:

  • El aborto procurado (canon 1398).
  • La profanación de la Eucaristía (canon 1367).
  • La violencia física contra el Papa (canon 1370).
  • La herejía, apostasía y cisma (canon 1364).

El pecado grave, en cambio, se refiere a actos que, a juicio de la doctrina católica, ofenden gravemente a Dios y requieren arrepentimiento y confesión para obtener la absolución.

Así pues, aunque todos los actos que conducen a la excomunión son pecados graves, no todos los pecados graves implican excomunión.

Ejemplos de otros pecados graves

Algunos ejemplos de pecados graves que no conllevan necesariamente excomunión son:

  • Participar en actos de corrupción o explotación de los más vulnerables.
  • La blasfemia o el desprecio a lo sagrado.
  • Vivir en situaciones objetivamente contrarias a la moral católica, como una relación adúltera o no regularizar el matrimonio por la Iglesia.
  • Violaciones graves de los mandamientos, como el asesinato o el adulterio.

Estos actos requieren confesión y arrepentimiento para que el católico pueda recibir la Comunión, pero no siempre tienen una sanción canónica adicional como la excomunión. Como vemos, el espectro de lo que significa pecado grave es amplio y va desde ser pareja de hecho o blasfemar hasta el asesinato.

Así pues nos encontramos con la hipocresía de algunos católicos moralistas que pretenden ir de inquisidores por la vida pero que no resistirían un mínimo examen de su vida y sus costumbres. Católicos que pretenden asustar a otros creyentes con el «pecado grave» que supone ser masón sin considerar que en la vida cotidiana vivimos rodeados de pecados graves que no solo atentan contra los principios de la Iglesia sino que atentan contra el bienestar y la felicidad de terceras personas como la corrupción o las relaciones adúlteras.

En cambio, ser masón no perjudica a ningún tercero, es un «pecado» sin víctimas más allá del cuestionamiento del dogma de la Iglesia como poseedora de verdad infalible. Y, aún así, aunque un masón sea por defecto un librepensador, no implica que un masón católico tenga que cuestionar, necesariamente, la doctrina de la Iglesia. Las logias están llenas de masones católicos respetuosos con su Iglesia y sus principios, posiblemente mucho más que la mayoría de los que van de inquisidores.

Así que si eres católico y deseas ser masón, míralo con perspectiva: a ojos de la Iglesia no estarás en peor situación que aquella pareja que convive sin haberse casado por la Iglesia o la de aquel que, ante una adversidad, no duda en proferir palabras malsonantes contra el Creador.

Y, a ojos de Dios,… es difícil creer que Dios tenga nada en contra de aquellos que solo buscan ser mejores personas y hacer el bien.

Scroll al inicio